José Hernández Un poco de Historia Refranes de nuestra tierra Día de la Tradición

 

Un poco de Historia...

En la historia al gaucho se lo juzgaba como matrero y asesino, pero hay que hacerlo de acuerdo con la época, el ambiente y la sociedad en vertiginosa transformación en la que vivió.

                           
Dice José Hernandez...

Y  sepan cuantos escuchan
De mis penas el relato
Que nunca peleo ni mato
Sino por necesidad,
Y que á tanta alversidá
Sólo me arrojó el mal trato.

Eran muchos los desheredados que había en nuestra pampa en la segunda mitad del siglo pasado, menesterosos los más y acorralados por un progreso que no los envolvía, contribuyeron a él desde antes de las guerras de la Independencia, cuando ante la bocas enrojecidas de los cañones mortíferos, se agrandaba su coraje y ofrendaban su vida en holocausto.

El gaucho habitante nómade de nuestro campo, tuvo su origen en el hombre vagabundo que se alejaba de las estancias para ir a las vaquerías", expediciones que se organizaban para aprovechar los animales chúcaros que pastaban sueltos en las llanuras.

Esta matanza y arreo de animales, reglamentada por el cabildo de Buenos Aires, llevaba periódicamente a la campaña un considerable número de hombres que se ejercitaban en las faenas rurales y adquirían destreza para dominar el caballo. Muchos de ellos perdieron contacto con la ciudad; a este núcleo humano se le sumó el "vaqueador" clandestino, el vagabundo de estancia y el desertor, los cuales, tratando de ponerse fuera del alcance de la justicia, provocaron ellos mismos su aislamiento del centro urbano y de la civilización.

Este tipo de gaucho alzado y al margen de la sociedad surgió en el litoral, en la campaña próxima a Buenos Aires y en el Uruguay. El de la pampa sólo aparece en el siglo XIX, pues hasta entonces las llanuras del sur estaban casi despobladas.

Hombre de carácter reservado y melancólico y acompañado por su inseparable guitarra, supo traducir en sentidas décimas, el espíritu de la llanura que lo inspiró. La dureza de la vida no le arredró, tal vez porque no la entendía o se le presentaba como algo irremediable, como algo que formaba parte de su destino. 

La pampa ya no es el escenario de correrías de indios ni de gauchos alzados; hoy es el predio de los campesinos, hombres que trabajan de sol a sol, para sacar de la tierra su sustento. Pero el campo, con sus poéticos amaneceres y sus místicos ocasos, con su soledad que invita a la meditación, es siempre el mismo; su impresionante silencio es sólo interrumpido por el grito del chajá, el mugido lejano de un vacuno, el balido manso de las ovejas y en los postes intercalados en la infinitud de su cielo, sin frondas y sin ramas los nidos de horneros colocados como puntos suspensivos...

Porque el hornero como el gaucho es un colono venido desde lejos a conquistar la pampa.

 

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