La degradación de los suelos maniseros  

El suelo es el medio físico en donde el cultivo encuentra el espacio necesario para que sus raíces crezcan y se desarrollen, como así también para que absorban el agua almacenada. Por otro lado las raíces también necesitan desplazarse a través de un ambiente aireado y con temperatura adecuada, de manera que los nutrientes que necesita estén disponibles.

De este modo, la productividad de un suelo tiene estrecha relación con su capacidad de brindar un medio más propicio para el crecimiento de los cultivos.

Los suelos maniseros de la región del Sur de Córdoba poseen elevada proporción de arenas muy finas y bajos contenidos de materia orgánica, por ello su estructura es poco estable y por lo tanto se degradan bastante fácilmente. Se sabe que por largos periodos han estado sometidos a un uso agrícola, principalmente el monocultivo de maní y en rotación soja-maní, lo que junto al régimen de tenencia (50% de la superficie bajo arrendamiento), definieron un manejo del suelo caracterizado por: Gran número de labores para la preparación de camas de siembra y control de malezas, realizadas a favor de la pendiente (existen antecedentes de hasta 14 labores previas a la siembra).

• Alto grado de refinamiento o pulverización de los primeros centímetros de suelo.
• Baja protección de la superficie en el momento de la ocurrencia de vientos de alta velocidad y lluvias muy intensas.
• Baja devolución de los restos orgánicos al suelo (cultivos que dejan poca cantidad de rastrojo). 

Bajo estas circunstancias y dadas las características naturales de los suelos, se produjo distinto grado de alteración de su productividad, que normalmente se inicia con:

La compactación o endurecimiento del suelo a nivel superficial “planchado” hasta la formación de “pisos de labor”, por debajo de la superficie, lo que significa que se reducen los espacios por donde tiene que entrar y circular el agua y el aire, como así también por donde penetran las raíces.

La pérdida de suelo: es una continuación del proceso anterior, con manifestaciones que van desde surcos y cárcavas y procesos de sedimentación, como a nivel de la infraestructura pública que involucra inundación de pueblos o ruptura de caminos.

Es decir que se pueden dividir los efectos en :

Efectos sobre el suelo:

• Terrones poco estables frente al golpe de las gotas de lluvia y formación de un “sello”.

• Disminución del espacio por donde  circula el aire y el agua.

• Menor volumen del suelo capaz de ser explorado por las raíces.

• Formación de capas de labranza endurecidas y por consiguiente un suelo poco uniforme.

• Pérdidas de suelo por erosión.

Efectos sobre el agua:

• Bajas velocidades de entrada y distribución del agua en el suelo.

• Gran parte del agua no ingresa al suelo, sino que se pierde por escurrimiento siguiendo el desnivel del terreno, perdiéndose para el cultivo y generando daños.

Efectos sobre el cultivo:

•  Pérdidas de sementeras debido al planchado y posterior voladura del suelo.

•  Menor longitud de las raíces lo que perjudica la absorción de agua y nutrientes.

•  Deformación de las raíces, menor velocidad con la que absorben agua y nutrientes.

•  Baja reposición de nutrientes por lo que el suelo obliga a aumentar el número de labores y con ello la degradación física del suelo.

• Pérdida gradual de rendimientos.  

Fuente: UNRC

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